Pasta frola de membrillo Sana

INGREDIENTES

Para la masa:

Harina integral: 500 grs
Azúcar integral: 200 grs
Miel orgánica: 2 cucharaditas
Margarina 0%: 150 grs
Aceite de oliva suave: 100 grs
Huevos grandes: 2
Sal: 1 pizca
Esencia de vainilla natural: 2 cucharaditas
Polvo para hornear: 1 cucharadita

Para el relleno:

Dulce de membrillo firme: 500 grs
Semillas de sésamo: 3 cucharadas
Leche de soja: 50 cc
Fécula de maíz: 2 cucharaditas
Almendras picadas: 100 grs

PROCEDIMIENTO




Para la masa:

Batí la margarina, el aceite, la esencia, la miel y el azucar durante 1 minuto. Luego agrega los huevos de a uno.
Cuando esté todo unido, incorpora la harina, el polvo  para hornear y la sal, forma una masa sin amasar. Dejala reposar 30 minutos en la heladera.


Para el relleno:

Moler las semillas.
Mezclar la leche de soja con la fécula.
Coloca todos los ingredientes en un bol y mezcla bien.

Armado de la tarta:

Precalienta el horno a 180°.

Divide la masa en dos y estiralas por separado hasta lograr un espesor de 2 mm. A una de ellas cortala en tiras.
Forrar un molde de tarta, poner el relleno y luego forma el “enrrejado” con las tiras de masa. Corta los sobrantes y cocinala en el horno durante 40 minutos aproximadamente.



Se puede elegir el sexo del bebé?



Ni tablas chinas, ni dietas milagro. Para que la suerte juegue a tu favor a la hora de intentar elegir el sexo del bebé necesitas saber un poco de biología y conocer tu cuerpo.


Los espermatozoides viven unos cinco días en el tracto genital femenino, después de lo cual mueren. Para que la fecundación se produzca es necesario que un espermatozoide, el que sea, alcance al óvulo en las trompas de Falopio, es decir, casi inmediatamente después de la ovulación. Y aquí está el truco del almendruco. Ni tablas chinas ni posturitas raras.

Los espermatozoides X e Y no son iguales, aunque a simple vista lo parezcan. Los espermatozoides Y, que determinarían sexo masculino para tu bebé, son rápidos, pero mueren pronto. Viajan muy deprisa por el tracto genital femenino, pero no aguantan mucho tiempo. Los X, a cambio, son lentos pero seguros. Su velocidad es menor, pero viven durante más tiempo.

Puestas así las cosas está claro. Si practicas sexo en el momento de la ovulación o unos pocos días después, (pocos, porque el óvulo aguanta unos cuatro días) el espermatozoide que llegará a la meta será un espermatozoide Y y tendrás un niño. Si lo haces antes de la ovulación, unos cuatro días, los espermatozoides Y morirán antes de que el óvulo salga del folículo y para cuando ovules sólo quedarán los X, por lo tanto tendrás una niña.

O sea, se pueden hacer cosas para intentar elegir el sexo del bebé, pero no siempre sale, sobre todo si quieres una princesa. ¿Por qué? Porque tienes que conocer tu cuerpo a la perfección, conocer exactamente el día en que ovulas y practicar sexo antes, lo cual te convierte en una especie de Aramis de los ovarios. Porque además tienes que ser fuerte y sólo hacerlo antes, ya que si repites la competición entre unos espermatozoides y otros está asegurada. Y porque además las ovulaciones no son una ciencia exacta, a veces se adelantan y a veces se atrasan e incluso algunas veces se producen dos simultáneas – este el el caso de los gemelos no idénticos, los mellizos, que son posibles gracias a que se desprenden dos óvulos en el mismo ciclo.

Tienes además que tener en cuenta que tus propios óvulos tienen preferencias, y es que son ellos los que “seleccionan” el espermatozoide que los conquistará, son selectivos. Y desgraciadamente también tienes que saber que algunos hombres sólo producen espermatozoides de un tipo y que en algunas mujeres el pH vaginal actúa como una barrera contra algunos de ellos. Con lo que si estás deseando un bebé tal vez no te interese perder el tiempo con estas boberías.


Fuente: Planeta Mamá y Bebé

Hamburguesa vegetariana de lentejas y queso de cabra

Hoy queremos dejarles una deliciosa y fácil receta, Hamburguesas vegetarianas hechas de lentejas y queso de cabra, una divertida manera de que los chicos coman algo nuevo y saludable.




Ingredientes



1 1/2 tazas de agua

3/4 taza de lentejas secas

1 hoja de laurel

1 cucharadita de aceite de oliva

1 taza de cebolla finamente picada

2 dientes de ajo picados en trocitos

1 zanahoria grande, rallada

1 cucharada de vinagre balsámico

50 g de queso de cabra

1/2 taza de migas de pan

1/2 cucharadita de mezcla de sazonador italiano o finas hierbas

1 huevo

Preparación

Colocar las lentejas, el agua y la hoja de laurel en una cacerola pequeña y llevar a ebullición. Reducir el fuego, cubrir y cocinar a fuego lento durante 30 minutos, hasta que las lentejas estén tiernas. Retirar la hoja de laurel. Si no se ha evaporado todo el agua, escurrir las lentejas. Poner a un lado y dejar que se enfríe.
Mientras tanto, calentar el aceite de oliva en una sartén a fuego medio. Sofríe la cebolla, el ajo y la zanahoria durante 5-8 minutos, hasta que se ablanden. Sazona con sal y pimienta. Añadir el vinagre balsámico, aumentar el fuego para que se reduzca, y luego dejar de lado hasta que las lentejas se hagan.
Combinar las lentejas, verduras salteadas y los demás ingredientes en un procesador de alimentos, y pulsar varias veces para mezclar. Pasar a un tazón y refrigerar por lo menos 45 minutos, o durante la noche.
Calienta una sartén rociada con aceite a fuego medio-alto. Divide la mezcla de lentejas en cuatro partes iguales, y forma con cada parte una hamburguesa. Colocar las tortitas en la sartén y cocinar durante 10-12 minutos, volteando para que se hagan por los dos lados.


Si deseas compartir con nosotros tu receta puedes hacerlo enviánlola a crianzadulce@gmail.com y nosotros la publicaremos.




Los niños necesitan límites o presencia materna?


SOLEMOS DETERMINAR QUE UN NIÑO “NO TIENE LÍMITES” CUANDO “PIDE” DESMEDIDAMENTE O CUANDO SU MOVIMIENTO CONSTANTE NOS DISTRAE O NOS RECLAMA ATENCIÓN. SIN EMBARGO, ANTES DE JUZGARLOS Y ROTULARLOS EN SU COMPORTAMIENTO, TRATEMOS DE PONERNOS EN SU LUGAR, DE IMAGINARNOS EN SU CUERPO  Y EN SU CONFUSIÓN, EN LA IMPOSIBILIDAD DE COMUNICAR LO QUE GENUINAMENTE NECESITA.  EL NIÑO UTILIZA EL MISMO SISTEMA CONFUSO DE PEDIR “LO QUE PUEDE SER ESCUCHADO” Y NO LO QUE REALMENTE DESEA. YA HA CONSTATADO QUE LO QUE MOLESTA, SIEMPRE ES PRIORITARIO EN LA ATENCIÓN DE LOS DEMÁS.

Lo verdaderamente complejo, es que la presencia comprometida de los padres es escasa. Cuando los niños “no tienen límites, piden desmedidamente o no se conforman con nada”, están reclamando desplazadamente presencia física y también compromiso emocional.

Cuando los adultos no logramos reconocer con sencillez y sentido lógico una necesidad personal, tampoco podemos comprender la necesidad específica de un niño, y menos aún si está formulada en el plano equivocado. Sin darnos cuenta,pedimos lo que creemos que será escuchado y no lo que realmente necesitamos. A este fenómeno tan frecuente y utilizado por todos nosotros, lo denomino: “pedido desplazado”.
Por ejemplo: las mujeres necesitamos que nuestro esposo nos abrace y nos diga cuánto nos ama. Sin embargo en lugar de explicitar nuestra necesidad afectiva, le rogamos que se ocupe de cambiar al bebé. Cuando un deseo es expresado a través de otro deseo, aparece el malentendido. Inconscientemente solicitamos algo diferente de lo que necesitábamos, por lo tanto no obtenemos lo deseado, y así nos sentimos incomprendidas, desvalorizadas y enfadadas. En el plano emocional, cuando no sabemos lo que nos pasa o no lo podemos explicar, obviamente nada ni nadie logran satisfacernos.
En relación a los niños, esta situación es tan corriente que la vida cotidiana se convierte en “un campo de batalla”. Levantarse para ir a la escuela, comer, bañarse, ir de compras, hacer la tarea, llegar o irse de algún lugar, ir a un restaurante en familia; todo parece ser “un gran malentendido” donde todos terminamos molestos. Y hemos encontrado un rótulo muy de moda aplicable a casi cualquier niño y a casi cualquier situación: “a este niño le faltan límites”
El tema de los límites -como se lo entiende vulgarmente- es un problema falso, ya que no se vincula con la autoridad o la firmeza con que decimos no. Al contrario, se resolvería fácilmente si fuésemos capaces de acordar entre el deseo de uno y el deseo del otro con sentido lógico para ambos. Y para ello se necesita capacidad deescucha, una cierta dosis de generosidad, reconocimiento de las propias necesidades, y luego la comunicación verbal que legitime y establezca lo que estamos en condiciones de respetar sobre el acuerdo pactado.
Nos preguntamos cómo hacer para que nuestros niños se comporten bien, sean amables y educados y puedan vivir según las reglas de nuestra sociedad. Sin embargo, estos “resultados” no dependen tanto de nuestros consejos, -y mucho menos de nuestro autoritarismo- sino de lo que podemos comunicar genuinamente. Para ello se requiere un trabajo de introspección permanente.
No puedo contar qué me sucede si no sé qué me pasa de verdad. Luego, es necesario saber lo que le pasa al niño. Y sólo después será posible llegar a acuerdos basados en el conocimiento y la aceptación de lo que nos pasa a ambos. Si queremos niños dóciles y comprensivos, tendremos que entrenarnos en la dulzura hacia ellos y hacia nosotros mismos.
Por otra parte, ir en busca del pedido original del niño, requiere un conocimiento genuino sobre las necesidades básicas de los más pequeños. Los adultos consideramos con frecuencia que “ya son demasiado grandes para…” Invariablemente deberían lograr algo que aún les resulta inalcanzable como habilidad: jugar solos, no chuparse el dedo, permanecer en las fiestas de cumpleaños sin nuestra presencia, dejar el biberón, no interrumpir cuando los grandes conversan, quedarse quietos, estudiar solos, no mirar la tele, no molestar, etc.
Pero lo verdaderamente complejo, es que la presencia comprometida de los padres es escasa. Cuando los niños “no tienen límites, piden desmedidamente o no se conforman con nada”, están reclamando desplazadamente presencia física y también compromiso emocional. De hecho, cuanto más insatisfechos estén los niños, más reclaman, menos los toleramos y más los adultos los echamos de casa porque nos desgastan. Los enviamos a pasar largas jornadas en las escuelas, fines de semana en casa de los abuelos, múltiples actividades extra escolares…ahondando la desconexión y el abismo que nos separa.
Un niño que nos exaspera es simplemente un niño necesitado.
Por eso el tema de los límites es un problema falso. Cuando hablamos de límites, hay que considerar nuestras capacidades de comunicación y de franqueza con la que nos dirigimos a nuestros hijos.
Esto no significa que debamos soportar la tiranía de caprichos absurdos. Al contrario, el niño no es libre de hacer cualquier cosa, pero nosotros tampoco. Se trata de preguntar al niño qué necesita, en qué lo podemos ayudar, y se trata de relatar también qué nos sucede a nosotros los adultos y qué estamos en condiciones de ofrecer. Luego, haremos algunos acuerdos posibles. Así de fácil.

Laura Gutman