Natación para bebés


El agua es un instrumento de enriquecimiento básico del niño desde los primeros meses de vida extrauterina.
La natación para bebés o matronatación se define como una actividad juego-placer-estímulo-experiencia-afectiva.


Lo que llamamos natación para bebés poco tiene que ver con el nadar, al menos con lo que la mayoría de personas entienden por aprender a nadar, ya que este planteamiento no se podrá lograr hasta los 4 ó 5 años. Antes de esta edad los niños son demasiado pequeños para desarrollar autonomía en el agua y adquirir los movimientos de la natación. Por lo tanto hay que aclarar que una cosa es el disfrute y el dominio y otra muy distinta aprender a nadar. Esto es algo que los padres han de tener muy claro.

Los recién nacidos están perfectamente dotados de una variedad de reflejos que hacen posible el progresivo desarrollo de una conducta adaptada al medio en que se desenvuelvan, en este caso el agua. Limitar las experiencias del primer año a la estancia en la cuna o en el cochecito de paseo significa reducir el desarrollo tanto físico como intelectual de nuestro bebé, en un período crítico de su vida. Todos los psicólogos y pedagogos reconocen la importancia de los primeros años en la vida del individuo y, a pesar de ello, seguimos sin prestar la atención necesaria hasta la entrada en la escuela. El objetivo más importante de esta actividad se centra en reforzar el vínculo de amor y confianza entre la madre y el bebé, haciendo que ambos compartan una experiencia original, única e irrepetible, fortaleciendo la relación afectiva y cognitiva entre bebé-mamá-papá. Además, por si esto fuera poco, se van a crear situaciones de juego, dentro de un ámbito lúdico y recreativo.

Pero existen otros muchos beneficios que aportará la natación para bebés, algunos casi tan importantes como los ya señalados:

Beneficios que aporta la natación a los bebés:

  • Desarrollo psicomotor: El bebé que aún no camina encuentra en el agua la posibilidad de moverse tridimensionalmente, siendo mucho mayor la libertad y continuidad de movimientos. A muy temprana edad comienzan a tener nociones de desplazamiento y distancia de una gran riqueza y sensibilidad, lo que redundará en una mayor coordinación motriz.
  • Fortalecimiento del sistema cardiorrespiratorio: La natación fortalece el corazón y los pulmones. Debido al trabajo respiratorio que se realiza en el agua se aumenta la eficiencia en la oxigenación y traslado de la sangre.
  • Ayuda al sistema inmunológico.
  • Aumenta el coeficiente intelectual: Está demostrado que los bebés que han hecho natación en los 2 primeros años de vida desarrollan una percepción mayor del mundo que los rodea con lo que ya están aprendiendo a ser más creativos y observadores. El agua estimula la capacidad de juego del niño y este hecho repercutirá positivamente en aprendizajes futuros.
  • Mejora y fortalece la relación afectiva y cognitiva entre bebé-mamá-papá: La realización de un programa acuático para un bebé le llevará, junto con sus papás a compartir situaciones ricas y profundas que no sucederán de otra forma pues se van a juntar las reacciones innatas e instintivas del bebé con las propias vivencias que genera la práctica de la natación, que sin duda ayudaran al conocimiento mutuo, alimentando el amor y orgullo de mamá y papá.
  • Inicia la socialización sin traumas en un ambiente lúdico y recreativo, desarrollándose como personas y su entorno de una forma natural. La convivencia en la piscina con otros niños le ayudarán a relacionarse mejor, además de que aprenderá a compartir y realizar actividades junto a otras personas. El niño adquiere mas confianza para comunicarse y desarrollarse en grupo, ya que estará en constante contacto con instructores y niños.
  • Desarrolla las habilidades vitales de supervivencia.
  • Ayuda al bebé a relajarse.
  • Ayuda al bebé a sentirse más seguro.

Preparativos en casa:

Los preparativos para la natación del niño de pecho comienzan inmediatamente después de abandonar el hospital. Esto será de mucha ayuda cuando vayas por primera vez a la piscina. Principalmente con ello se persiguen tres fines:

  • Reducir paulatinamente la temperatura del baño de nuestra casa a la temperatura de la piscina, unos 32 grados.
  • Hacer que el bebé se familiarice con el agua.
  • Acostumbrar a los padres a manejar al niño con total seguridad.

Está más que demostrado que los 32 grados centígrados de temperatura del agua de la piscina es la óptima para realizar la actividad, sin embargo, las primeras veces que bañemos en casa a nuestro bebé la temperatura deberá ser mayor. Evidentemente una disminución brusca alteraría su bienestar. Por eso hay que reducirla gradualmente.
<!--[if !supportLineBreakNewLine]-->Las primeras veces que bañes al bebé lo harás en su bañera pero después podrás meterle contigo, así podrás sujetarle y moverle mejor que desde fuera. Cuando decidas hacerlo no sostengas a tu bebé cuando entras o sales de la bañera, puedes caerte o resbalar; lo mejor es que el padre que no se mete esté fuera para ayudar. La temperatura ya habrá disminuido al menos hasta los 34 grados como máximo.

Ante todo tendrás que dar al niño, mediante un intenso contacto corporal, sensación de seguridad. Es posible que muestre algo de malestar por la nueva situación pero enseguida se sentirá a gusto y empezará a patalear, especialmente si hacemos presión con nuestras manos o muslos contra las plantas de sus pies.

Existen multitud de formas para coger a tu bebé mientras ambos estáis en la bañera pero recuerda que las primeras veces la posición tendrá que ser de forma que el niño te vea. Una de ellas (ver foto al margen izquierdo) podría ser mientras tú estás sentada en la bañera (bien segura/o de no resbalar), apoyando al niño de espaldas en tus piernas y rodillas con sus pies en tu barriga, sujetando su cabeza con una mano y la otra libre para acariciarle, mojarle el pecho, etc.

Otra posición sería apoyando la espalda del bebé en tu pecho, cogiéndolo por la cabeza, con las palmas de las manos y los dedos hacia abajo. No le sujetes ni por el cuello ni por la espalda. Espera a que esté bien relajado, cuando esto suceda, ve estirando tus brazos hacia adelante poco a poco mientras él flota. Observa cómo el bebé flota.

Después de realizar este par de ejercicios coge al pequeño y chapotea un poco con el agua, seguro que él también lo hace. Échale unas gotas de agua por la cabeza. Al rato y a la orden de "listos, ya" vuelve a echarle agua pero esta vez en la cara.

Es importante que mientras realizas estos pasos en la bañera no haya jabón en el agua.
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La edad del niño y sus horarios.

Es recomendable esperar hasta los 3-4 meses de vida, para llevar al bebé a la piscina. Algunas escuelas de natación no los aceptan hasta los 6 ó 7 meses, pero esto sólo significa que las instalaciones no están suficientemente preparadas para bebés de menor tiempo, básicamente por la temperatura del agua.
Puedes empezar las clases cuando realmente te sientas segura/o, pero deberás de tener en cuenta que a partir de los 8 ó 9 meses el bebé perderá algunos reflejos innatos muy importantes que sin duda serán muy útiles. Por eso los bebés menores de un año se adaptan al agua más rápidamente que los niños mayores. El miedo al agua se adquiere conforme el niño va creciendo; mientras más tiempo esté apartado del agua, probablemente desarrollará sentimientos de desconfianza y hasta fobia, que posteriormente dificultarán en muchos de los casos, el aprendizaje de la natación.

La elección del horario, como otras muchas cosas, lo elegirá el propio bebé. Deberá ser a una hora en la que no tendrá que dormir ni comer. Esto es importante para que las sesiones de natación no perturben el ritmo diario habitual.

Otra cosa de deberás tener en cuenta es el tiempo que el pequeño permanecerá en el agua de la piscina. Las primeras sesiones serán cortas y podrán ir aumentando progresivamente hasta los 20 minutos como máximo. De todas formas ya se ha dicho que será el propio bebé quien marque este tipo de pauta, si ves que tiene frio, está incómodo o llora demasiado le sacas de la piscina. No te preocupes por pensar en no aprovechar las clases.

Requisitos que debe cumplir la piscina.
  • La temperatura media del agua deberá estar a 32º.
  • El nivel de cloración del agua deberá estar entre el 0,5 y el 0,6 % (las de adulto están al 1%).
  • Es recomendable que la piscina sea cubierta y climatizada, y que cumpla con los requisitos higiénico-sanitarios establecidos.
  • La zona de vestuarios donde se cambiarán a los bebés deberá estar climatizada y cumplir las normas higiénicas.
  • Si los vestuarios están alejados, se puede cambiar al niño en los bancos que están en el recinto de la piscina.
  • Evitar los horarios de máxima concurrencia, por el ruido.

La primera visita a la piscina.

El bebé necesitará un tiempo para aclimatarse al nuevo entorno (temperatura, espacio, ruido, gente, etc.). Lo normal es que el profesional asignado a tus clases te enseñe las instalaciones. Lo habitual es que no estés solo y tanto tu bebé como tu tengáis compañeros de piscina nuevos. Aprovecha para intercambiar opiniones con otras mamás o papás y si tienes dudas pregúntale al técnico que os acompaña. Poco a poco el bebé se irá relajando.

Con toda la tranquilidad del mundo, y ya en la piscina, cambia a tu hijo en un lugar donde no haya corriente. Sentaros al borde del vaso. Asegúrate de la profundidad, es obligatorio que esté marcado con pintura en el mismo borde; pregunta si dudas al técnico. Lo habitual es que mida entre 0,50 y 1 metro. Si ves que tú solo no puedes sentarte pide ayuda para que te sujeten al bebé mientras tu te sientas junto a él o te metes en el agua.

Coge al pequeño entre tus brazos y llévatelo al pecho, háblale en tono tranquilizador. Date un pequeño paseo por el agua mojando poco a poco. Esto para ser el primer día es más que suficiente.

El técnico o monitor os explicará todo cuanto necesitéis saber. Recuerda que el verdadero profesor no será nadie más que tú, el monitor solo os irá dando pautas y recomendaciones de actuación.

El método utilizado nunca debe “presionar” al niño para que aprenda a flotar. Se trata de que le pierda miedo al agua, si lo tuviera, lo vea como algo lúdico y se divierta. Importa más que la experiencia sea grata a que consiga la flotación. Si el método de enseñanza es bueno, los niños no tienen por qué pasarlo mal o mostrarse reacios a acudir a la piscina. Los padres no deberían obsesionarse porque sus hijos aprendan técnicas de supervivencia (como la flotación) o de movimientos. Lo fundamental es que adquieran el gusto por el agua.

Si por miedo, por dificultades económicas o por cualquier otro motivo los padres presionan al niño para que consiga objetivos en un tiempo corto, los efectos serán probablemente justo los contrarios a los que se buscaban. Además, a estas edades, los niños tienen una percepción muy intensa de lo que ocurre a su alrededor, y muy pocas vías de expresión de sus temores, muchas veces reducidas al lloro y otros síntomas no orales.

Si la experiencia resulta demasiado traumática, dejará secuelas durante el resto de su vida. Hay que crear un ambiente relajado en el que tanto el propio niño como los padres y el monitor disfruten de las clases y se inspiren confianza mutua.

Fuente:


  • Liselott D., Lothar B., Hermann H.. El niño aprende a nadar. Miñón. Valladolid, 1978.
  • Riad Boudaki, Natación para bebés, pautas básicas. Comunicaciones técnicas, nº 5, 1992.
  • María Castillo Obeso. Los bebés y el agua: una experiencia real. Comunicaciones técnicas, nº 1. 1992.
  • Lauren Heston, ¡Al agua, patos!. RBA Libros, 2000.
  • http://www.i-natacion.com/


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